En un refrito financiero de “Mi teoría del anillo”, hoy voy a divagar sobre mi proceso de selección de activos. ¿Cómo elijo una inversión? ¿Qué tengo en cuenta? ¿Cómo y por qué decido/decidiré?
Tratando de esquematizar visualmente mis parámetros de elección llegué a la conclusión de que se podían expresar espectacularmente con un rombo y tan sólo cinco atributos: liquidez, riesgo, rentabilidad, trascendencia y moral.
No podemos pretender invertir en algo que nos deje un altísimo índice de rentabilidad con bajo riesgo, la posibilidad de convertir nuestra inversión en dinero en efectivo al instante y encima cambiar al mundo en el proceso. ¡Imposible!
Toda inversión (desde los commodities a los bonos pasando en medio por el negocio propio) tiene una relación inversamente proporcional entre rentabilidad y riesgo, trascendencia y liquidez o rentabilidad y liquidez.
No hay decisiones estúpidas en cuanto a inversiones se trate. Solamente es cuestión de prioridades. ¿Qué valorás más: seguridad o rentabilidad; liquidez o trascendencia; rentabilidad o liquidez? ¡Todo no se puede! Si querés sacarle un 25% de rentabilidad anual neta en dólares a tus dinerillos no podés pretender un bajo nivel de riesgo.
¡Todo es cuestión de prioridades!
• ¿Valorás al máximo la trascendencia y la rentabilidad? Invertí en acciones de alguna empresa revolucionaria que pueda llegar a cambiar al mundo o fundá tu propia compañía y cambiá al mundo por tu propia cuenta. ¡Los riesgos son altísimos y la liquidez es bajísima! Pero si lo lográs, no sólo te vas a enriquecer sino que vas a trascender.
• ¿Valorás al máximo la seguridad? Nunca jamás renuncies a tu empleo y comprate propiedades… muchas propiedades. Los inmuebles te rinden el 7% anual y son una de las inversiones menos líquidas y menos trascendentes que existen… ¡pero las más seguras! ¡Perder, a mediano y largo plazo, no vas a perder!
• ¿Valorás al máximo la liquidez? Comprá dólares y guardalos abajo del colchón. En el momento en que necesites gastarlos, sólo necesitarás de un par de horas para cambiarlos por pesos (o directamente convencer a quien sea de que te los acepte). Claramente con esta inversión vas a tener una rentabilidad negativa (pérdida del 2 a 3% anual por la inflación en dólares estadounidenses y no vas a cambiar absolutamente en nada a la realidad que te rodea). ¡100% liquidez!
• ¿Preferís rentabilidad y liquidez antes que trascendencia y seguridad? Invertí en acciones, obligaciones negociables o bonos y vas a lograr buena plata con una disponibilidad de convertirla en efectivo en tan sólo uno o dos días.
¿Cómo se posiciona dentro de esos cuatro atributos la moral? Desde mi punto de vista, vendría a funcionar como una vara (por debajo no podemos pasar pero, si pasamos por arriba, tampoco importa cuan arriba pasemos) o como un filtro. ¿Me fui al carajo te preguntarás? ¡No! Estoy tratando de llegar a un punto. Al realizar una inversión, sea cual fuera, influirá nuestro conjunto de valores personales. Si a mí me parece que fabricar cigarrillos es dañino para la sociedad, no podría invertir en una tabacalera. Si a mí me parece que el juego es un robo a las clases populares, no podría poner una agencia de quiniela. Sin embargo, no hay un conjunto de valores “correcto”. Tal como se dan los dos ejemplos anteriores, también habrá gente que defiende a las tabacaleras como modelo de libertad (donde la decisión última la tienen los consumidores: ¡y quieren contaminar sus cuerpos con cigarrillos!) o gente que crea que el juego en Argentina contribuye a la construcción de hospitales y escuelas, por lo que es moralmente excelente. ¡No hay “una” moral!
Ser capitalista al extremo no es sinónimo de ser un sorete al extremo. Esa es una confusión en la cual suelen caer socialistas simplistas y desinformados. Mezclan moral con capitalismo; como si una fuera la otra o ambas estuviesen indisolublemente relacionadas.
Yo, por ejemplo, me considero ultra-capitalista pero no me considero liberal (una cosa no es sinónimo de la otra); me considero ultra-capitalista pero no invertiría jamás en una tabacalera o en un negocio de drogas en Ámsterdam, me considero ultra-capitalista pero no haría un negocio cuyo modelo de subsistencia requiera la explotación de niños en Kazajstán, etc. ¡Quiero ganar dinero, pero no a cualquier precio! ¡No tiene nada que ver moral con capitalismo! (aclaración similar a la que realicé aquí sobre la diferenciación entre religión y moral).
Otro tema relacionado… ¡Terminemos con el bullshit de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE)! Las empresas no tienen moral; las personas son las que la tienen. Las empresas son reflejo de sus creadores y empleados. ¿Y qué es esa paparruchada de la RSE en tabacaleras? ¿WTF?
¡Llamemos a las cosas por su nombre! El RSE no existe: lo que hay es “marketing social”. ¡Y está buenísimo! Las acciones de “RSE” (marketing social) son excelentes: me parece mucho mejor invertir 10 millones de dólares en educación para chicos marginados (y que Coca-Cola se promocione, luego, como “socialmente responsable”) que en una campaña pavota en Facebook y en Twitter. ¡Pero llamemos a las cosas por su nombre! Una empresa se crea para ganar dinero, y sus dueños sabrán hasta qué punto están dispuestos a ir con tal de alcanzar dicho fin. ¡Las personas tienen moral y no las empresas!
Mi rombo de la inversión
¿Por qué valoro a la rentabilidad y a la trascendencia por sobre la liquidez y la seguridad?
¡Porque yo quiero cambiar el mundo! Pero también quiero que el mundo me transforme a mí a cambio. Quiero que mis contribuciones sean siempre parte de un intercambio, nunca parte de un regalo, un obsequio o una “benevolencia” (como ya expresé en mi polémico post “¿Por qué soy abominable?” yo sostengo que la caridad arrebata al hombre de su dignidad). La magia del capitalismo está en el intercambio: valor por valor se cambia (en cada intercambio sano las partes se dignifican).
1 comentario:
muy bueno hace algun tiempo pense en la relacion riesgo rentabilidad pero el asunto de la moral como un punto de discontinuidad es excelente muy buenas ideas
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