Entre sesgo y sesgo, nos olvidamos de cuánto vale nuestro tiempo. Tenemos que tener bien en claro cuánto estamos dispuestos a “gastar” (en tiempo) por actividades que NO nos dan placer.
Supongamos un ejemplo de dos partes:
1.- Vos sos un gordito que no disfruta el hecho de caminar. El lunes tenés que comprar un mousse para tu computadora porque se te rompió el que tenías. En el negocio que está debajo de tu edificio venden uno a $30. A 15 minutos de distancia, venden el mismo a $20. ¿Qué decidís? ¿Caminás o lo comprás abajo?
2.- Vos seguís siendo el mismo gordito que no disfruta caminar. El martes tenés que comprar un traje para ir al cumpleaños de 15 de tu sobrina. En el negocio que está debajo de tu edificio (ese que está al lado del negocio de computación) venden uno que te gusta a $1000. A 15 minutos de distancia, venden el mismo a $990. ¿Qué decidís? ¿Caminás o lo comprás abajo?
En general (gran mayoría), la gente decide caminar en el primer ejemplo y NO caminar en el segundo. ¿Por qué? Si la transacción en AMBOS casos es 15 minutos de caminata que no disfrutás por $10. Comparar el descuento con el precio del producto no tiene sentido (pero sin embargo lo hacemos todo el tiempo).
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