Uno está caracterizado por los
intercambios sociales. El otro, caracterizado por los intercambios mercantiles.
Aplicamos normas distintas a esas dos clases de relaciones… e introducir las
normas mercantiles en los intercambios sociales viola las normas sociales y
daña las relaciones.
Para que surjan las normas mercantiles
basta la simple mención del dinero, aunque en realidad no haya ningún dinero
que cambie de manos (por el mero hecho de pensar en el dinero). Las normas
mercantiles hacen a las personas más autónomas, menos predispuestas a pedir
ayuda y menos predispuestos a ayudar a otros.
Dice Dan: “El software libre constituye un buen ejemplo del potencial de las normas sociales. En el caso de Linux y de otros proyectos de colaboración, basta con exponer un problema relativo a un bug en uno de los tablones de anuncios para ver con qué rapidez hay alguien (a menudo mucha gente) que responde a su petición y aporta la solución, empleando para ello su propio tiempo de ocio. ¿Podría uno pagar por ese nivel de servicio? Muy probablemente sí. Pero si tuviera que contratar a gente que de ese mismo nivel le costaría un ojo de la cara. En lugar de ello, las personas que integran estas comunidades están encantadas de ceder su tiempo a la sociedad en su conjunto (por lo que obtienen los mismos beneficios sociales que obtenemos todos nosotros, por ejemplo, por ayudar a un amigo a pintar una habitación). ¿Qué podemos aprender de ello que resulte aplicable al mundo empresarial? Pues que hay otras compensaciones sociales que motivan fuertemente el comportamiento; y una de las menos utilizadas en la vida empresarial es la de incentivar las recompensas y la reputación sociales.”
“La productividad de un país depende cada vez más del talento, la creatividad, el compromiso y el esfuerzo de sus trabajadores. Quien recibe un regalo en vez de un bono de mil euros en efectivo, se esforzará más, mostrará una mayor lealtad y amará realmente más su trabajo.”
“¡El dinero resulta ser con mucha frecuencia la forma más cara de motivar a la gente!”
- La gente
no está dispuesta a morir por dinero (policías,
bomberos, soldados, etc.). Los que sí, lo están porque sienten que su
misión vale más que su sueldo, que los ciudades le honran por realizar un
trabajo que no solo estabiliza la estructura de su sociedad, sino que
asimismo salva a sus hijos de toda una serie de peligros.
- ¡El problema de la educación no es de dinero! Altísimos índices de inversión por alumno no dan resultado. Deberíamos reexaminar el currículo escolar y vincularlo de una forma más obvia a los objetivos sociales (la lucha contra la pobreza y la delincuencia, la mejora de los derechos humanos, etc.), tecnológicos (fomentar la conservación energética, la exploración espacial, la nanotecnología, etc.) y sanitarios (curas para el cáncer, la diabetes, la obesidad, etc.) que nos preocupan en la sociedad actual. De ese modo los estudiantes, profesores y padres podrían ver la importancia de la enseñanza y sentirse más entusiastas y motivados ante ésta.