Me
tomé el permiso de parafrasear una partecita más del genial libro “Antifrágil”
de Taleb y se las comparto… Pura magia… Pura genialidad…
Jorgito
y Lucas son hermanos gemelos. Jorgito lleva 25 años como administrativo en RRHH
de un banco ocupándose del traslado de otros empleados por el mundo. Lucas es
taxista.
Jorgito
tiene un sueldo totalmente previsible (o eso cree), además de obra social,
cuatro semanas de vacaciones al año y un reloj de oro cada 25 años de
antigüedad. Cada mes, gana $ 12.000. Dedica una parte de su sueldo a pagar la
hipoteca de su casa palermitana, otra a pagar el agua, la luz y otros servicios
y a comprar lo básico, y aún le queda un poco para ahorrar. Suele despertarse los
sábados por la mañana, cuando la gente se despereza y remolonea en la cama, sin
ninguna preocupación, diciéndose a sí mismo que “la vida le sonríe”. Pero eso
era antes de que estallara la crisis bancaria y se diera cuenta de que su
trabajo pasaría a ser “redundante” (ya nadie viajaba a a ningún lado en el
banco). Estar desempleado le afectaría muchísimo. Como experto en RRHH había
visto a muchas personas con una larga carrera profesional que tras ser
despedidas a los 50 no habían levantado cabeza.
Lucas,
que vive en la misma calle que se hermano, conduce un taxi y tiene licencia
para recoger clientes en la calle porque dedicó tres años a expandir sus
lóbulos frontales memorizando calles e itinerarios de la zona metropolitana.
Sus ingresos son muy variables. Tiene días “buenos” en los que puede ganar casi
$ 1.000, otros son peores y apenas cubre gastos; pero, año tras año, viene a
ganar más o menos lo mismo que su hermano. Hasta hoy, y tras 25 años de
taxista, solo se ha quedado un día sin bajar la bandera. Dada la variabilidad
de sus ingresos, siempre se queja de no gozar de la seguridad laboral de su
hermano; pero, en el fondo, este anhelo es una ilusión porque acabará mejor
parado que él.
¡Esta
es la ilusión fundamental de la vida!: La ilusión que nos dice que la
aleatoriedad es peligrosa, que es mala, y que hay que eliminarla.
Profesionales
autónomos como los taxistas, los sastres, las prostitutas, los carpinteros o
los dentistas tienen unos ingresos con cierta volatilidad pero son bastante
robustos frente a un Cisne Negro (un evento sorpresa imprevisible que tiene
un gran impacto; un evento que solo puede ser racionalizado después del
hecho por retrospección) profesional de poca importancia que pueda dejarlos sin
ingresos. Sus riesgos son muy claros. Pero no pasa lo mismo con los empleados
en relación de dependencia: no tienen volatilidad y se ven sorprendidos cuando
sus ingresos se quedan en nada tras una llamada telefónica del departamento de
RRHH. Los riesgos de los empleados en relación de dependencia están ocultos.
Gracias
a la variabilidad, los profesionales autónomos tienen un poco de
antifragilidad: las variaciones pequeñas hacen que se adapten y cambien
continuamente aprendiendo del entorno, porque en cierto modo se hallan bajo una presión continua para
hacerlo. Los estresores son información; estos profesionales afrontan
continuamente esos estresores y se amoldan de una manera oportunista.
Y
Lucas tiene la libertad de seguir trabajando hasta que quiera (hay muchos
taxistas de ochenta o más años que continúan ejerciendo su profesión, más que
nada para matar el tiempo), porque es su propio jefe; por el contrario, nadie
contratará a su hermano porque ya tiene cincuenta y tantos años.
Además,
para un autónomo, un error pequeño (que no sea irreparable) es información, una
información valiosa que le guía en su adaptación; para un empleado en relación
de dependencia como Jorgito, un fallo es algo que mancha su expediente y se
queda archivado en el departamento de RRHH por siempre.
Evitar
los errores pequeños hace que los grandes sean más graves.