El heroísmo, y el respeto que inspira,
es un medio por el que la sociedad compensa a quienes se arriesgan por los
demás. Y el espíritu emprendedor es una actividad heroica y arriesgada
necesaria para el crecimiento de la economía y hasta para su supervivencia.
El papel del emprendedor es
necesariamente colectivo desde un punto de vista epistemológico porque facilita
que la experiencia se acumule. Alguien que no ha descubierto lo que buscaba
ofrece a los demás el mejor conocimiento, el de esa ausencia (el conocimiento
de lo que no funciona), pero el reconocimiento que recibe por ello es escaso o
nulo. Esa persona es una parte esencial del proceso, pero ve que los incentivos
van a parar a
otros y, lo que es peor, ve que se la respeta.
- “He
observado que cuanto más ensalza la gente al emprendedor como abstracción,
más lo desprecia cuando se encuentra con uno.” –Jean-Louis Rheault.
No siento simpatía por quien ha
abierto un restaurante y luego lo ha tenido que cerrar por un exceso de
confianza, y disfruto de mi excelente comida mientras él, probablemente, come
atún en lata.
Para progresar, la sociedad moderna
debería tratar a los empresarios arruinados de la misma forma que la humanidad
ha venido honrando a los soldados muertos; puede que no con tanto honores, pero
sí aplicando la misma lógica (porque el empresario sigue vivo, aunque quizá con
la moral por los suelos y marcado por el estigma social, sobre todo si vive en
Japón). Y es que del mismo modo que no hay soldados fracasados con
independencia de que estén muertos o vivos (salvo que hayan dado muestras de
cobardía), tampoco hay empresarios o investigadores científicos fracasados (y,
siento mucho decirlo, tampoco hay charlatanes, analistas, filosofastros,
consultores, profesores de empresariales o lobistas que hayan triunfado sin
asumir riesgos personales).
Para los psicólogos, el “exceso de
confianza” es un trastorno por el que la persona afectada se deja cegar por las
probabilidades de éxito cuando crea una empresa o un negocio. Pero hay una
diferencia entre la asunción de riesgos heroica que beneficia a otros en el
caso antifrágil, y la asunción moderna y más inmoral relacionada con los Cisnes
Negros negativos, como la de los “científicos” encargados de calcular los
riesgos del reactor de Fukushima. En el primer caso, ese exceso de confianza es
algo bueno que no precisa medicación.
Y comparemos los emprendedores con los
gerentes con mentalidad de contable que ascienden por la jerarquía de una
empresa sin hallar prácticamente ningún obstáculo. Esos casi nunca corren
riesgos.
En la era de la globalización y de
internet, lo que Erasmo llamó ingratitudo vulgi, la ingratitud de las masas, va
en aumento.
Mi sueño (la solución) es que
celebremos cada año un Día del Emprendedor con el siguiente mensaje:
- “La
mayoría de vosotros fracasareis, seréis poco respetados, os empobreceréis,
pero os agradecemos los riesgos que habéis corrido y los sacrificios que
habéis hecho por el crecimiento económico del planeta y por librar a los
demás de la pobreza. Os debemos nuestra anti fragilidad. Y el país os lo
agradece.”
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