Al explorar el efecto placebo, vemos
no solo que las creencias y las expectativas afectan al modo en que percibimos
e interpretamos los estímulos visuales, los sabores y otros fenómenos
sensoriales, sino también que nuestras expectativas pueden afectarnos alterando
nuestras experiencias subjetivas e incluso objetivas: a veces muy
profundamente.
Los placebos se basan en el poder de
la sugestión. Son eficaces porque la gente cree en ellos. Uno va a que le
visite su médico y ya se encuentra mejor. Se toma una píldora y ya se encuentra
mejor. Y si su médico resulta ser un afamado especialista, o lo que le receta
es alguna clase de nuevo fármaco maravilloso, se sentirá mejor todavía.
¿Cómo afecta el precio en el efecto
placebo? Un medicamente caro nos hace sentir mejor psíquicamente mejor que uno
más barato (al igual que los procedimientos costosos y los aparatos de nueva
generación como los marcapasos digitales). Si vemos un artículo a mitad de
precio, supondremos instintivamente que su calidad es menor que la del artículo
al precio normal, y entonces haremos que de hecho lo sea. Si nos paramos a
considerar racionalmente el producto en relación a su precio, podremos
liberarnos de esta tendencia subconsciente a rebajar automáticamente la calidad
junto con el precio de éste (los consumidores que reflexionan sobre la relación
entre precio y calidad resultan menos propensos a presuponer que el producto a
mitad de precio es menos eficaz).
El poder de un placebo no tiene nada
de “simple” y en realidad refleja el asombroso modo en que nuestra mente
controla nuestro cuerpo.
La percepción del valor, ya sea en la
medicina, los refrescos, los cosméticos o los coches, puede convertirse en
valor real.