Hoy me clavé un
capítulo de “Criminal Minds” (gran serie, pero abajo LEJOS de las míticas Lost y Prison Break): el episodio 11
de la séptima temporada; donde la BAU va a San Francisco a capturar a un
“unsub” que parece ser el Zodíaco. Copado.
¿Qué tiene que ver
esto conmigo y con el glorioso Cerdo Capitalista? Con que estoy sintiendo
patente el “Síndrome Dr. Spencer Reid”: Creo que no estoy aprovechando mi
tiempo como tendría que estar aprovechándolo.
Matthew Gray Gubler,
interpretando al Dr. Reid, dice en este capítulo:
“Do you ever wonder
if you lived up to expectations? I thought I would cure Schizophrenia by the
time I was 25. You know, when I was a kid people told me that I could do
anything. (…) I'm afraid I let myself down. (…) I’m 30 years old. By the time
Nichola Tesla was 30, he already invented the induction motor.”
“¿Te has preguntado
alguna vez si estás viviendo a la altura de tus expectativas? Yo pensaba que
iba a curar la esquizofrenia a los 25 años. Cuando era chico todo el mundo me
decía que podía hacer cualquier cosa. (...) Estoy decepcionado conmigo mismo.
(...) Tengo 30 años. Nichola Tesla, a sus 30, ya había inventado el motor de
inducción.”
Hace un tiempo leí este glorioso
post de Tim Urban y Andrew Finn, en donde analizan por qué los
yuppies yankies están infelices. Lo que expresan los muchachos, que viene al
pelo de mi Balance 2013, es algo así…
La fórmula de la felicidad es simple. Felicidad = Realidad –
Expectativas
De lo anterior se deduce que cuando la realidad de uno
supera a las expectativas que uno tenía, es feliz. Cuando la realidad está por
debajo de las expectativas generadas, uno es infeliz.
Nuestros padres nacieron entre el 50’ y el 60’. Ellos
fueron criados por tipos y tipas que vivieron durante la Gran Depresión (década
del 30’), la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española, la Guerra
Colombo-Peruana y la Guerra del Chaco (entre Paraguay y Bolivia). Nuestros
abuelos (sus padres) estaban obsesionados con la seguridad y criaron a sus
hijos para que obtengan carreras seguras. Nuestros padres soñaron con una
próspera y estable carrera. Ese sueño se veía así… como un buen jardín frondoso
para la casa propia:
A nuestros padres les enseñaron que nada podía
impedirles conseguir ese glorioso “pasto bien verde”. Sólo tenían que construir
una carrera en base a muchos años de trabajo y esfuerzo para hacer realidad ese
sueño.
Durante los 70’s, 80’s y 90’s, el mundo creció
significativamente y nuestros padres vivieron períodos de gran prosperidad
económica (dentro de los límites de la clase media argentina, siempre vapuleada
ante las sucesivas crisis). Su carrera resultó ser inclusive mejor que lo que
esperaban, sus padres quedaron orgullosísimos de “su hijo el Doctor” y… ¡el
pasto terminó siendo aún más verde de lo que soñaban! Esto hizo que se
sintieron realmente agradecidos y optimistas.
Tras esa experiencia
positiva, nuestros
padres nos criaron con foco en el optimismo y las infinitas posibilidades…
¡y no estaban solos! Todos los padres Baby
Boomers del mundo occidental criaron a sus hijos diciéndoles que podían ser lo que quisiesen
ser, instalándoles muy dentro de sus psiquis el especial rol de “protagonista”.
Esto nos hizo ambiciosos y ser ambiciosos hizo que el sueño del “pasto bien
verde” de nuestros padres no sea suficiente. El “pasto bien verde” así nomás es
para la gilada: No tiene ningún componente de excepcional o único que nos
merecemos ¡Nosotros queremos pasto verde y flores!
Pero eso no es todo… A todos nosotros
nos vendieron otro mensaje poderosísimo durante toda nuestra infancia: “Sos
especial”.
Esto de creernos especiales, lo cual ya es casi delirante, nos lleva a pensar: “OK. Tanto yo como mis amigos vamos a ir y agarrar (como buenos protagonistas que somos de nuestras vidas) un buen trabajo que nos llene, pero como yo soy inusualmente vivo, mi carrera sin lugar a dudas se destacará entre la multitud.”
Esto nos hace creer
que todos tendremos un “buen pasto verde con flores”, pero que ¡el mío tendrá
un pintoresco unicornio que tire fuego por la boca arriba! (eso único que me
merezco por ser realmente especial).
En el colegio yo no
era abanderado ni mejor compañero, pero me ganaba la “medalla al mérito” y batí
el récord del parcial más chamuyado entregando un examen de Geografía con 22
páginas (más texto que el contenido completo que había que estudiar). Terminé
el secundario estudiando minutos por examen y, a los 18, ya tenía una empresa up & running que facturó desde el
Día #1 y me daba una utilidad neta que duplicaba el sueldo que podría haber ganado
en aquel entonces en relación de dependencia. Tengo un CI de 135, estudié dos
carreras de grado, conseguí trabajos copados, tomé algunos riesgos… Yo sigo
convencido: Los demás no serán especiales, pero ¡yo sí que lo soy!… pero… Wait!
“Especial” justamente significa “diferente al resto”. Si la mayoría es
especial, el significado no tiene sentido. ¡Es delirante pensar que todos somos
especiales!
Pero eso no es todo…
La tercera pata que arma nuestra podrida psiquis es que, por nuestra
experiencia previa, creemos que no tendremos que meter años y años de duro
trabajo en nuestra carrera previo a llegar a nuestro lindo pasto verde con
flores y unicornios. "¡Esperá a que el mercado laboral me encuentre! ¡Cuando se
den cuenta lo especial que soy, de toque voy a tener todo lo que me merezco!" (somos ridículamente ansiosos… la TV, los jueguitos y la vida nos enseñaron que
todo es “YA”)
Sin embargo,
desafortunadamente, las grandes carreras llevan siempre sangre, sudor y
lágrimas (sin importar cuán vivo o “especial” seas). Además, la mayoría de la
gente que hoy es exitosa no estaba haciendo nada demasiado interesante entre
sus 20 y sus 30 años.
Todo esto hace que
nosotros (los jóvenes menores de 30, de la “Generación Y”) estemos muy
insatisfechos con nuestros actuales trabajos y logros. El esperado pasto verde
con flores y unicornios está muy lejos (¡¡¡aún!!!); y la realidad demostró ser
una tierrita marrón caca poco valorable.
Pero eso no es todo…
En esta década ultra-moderna, el “éxito” ajeno se nos refriega en la cara
constantemente y 24x7. ¿Estás feliz porque este año llegaste a irte a Mardel 15
días? Para tu comparación (consciente o inconsciente), Facebook te va a mostrar
todos los días las fotos de tus compañeros de laburo yéndose a la Polinesia Francesa,
a Miami y a Barcelona. ¿Conseguiste un buen laburo de jornada completa que te satisface y te garpan 10 lucardas por mes? En Twitter, seguís a 150 personas que postean a diario como están cambiando el mundo (posta) y ganando cientos de miles a cambio.
Todas las redes
sociales exacerban lo que se conoce como “Image Crafting”, creando una
situación donde: 1.- Todo lo que hacen los demás está constantemente en
exhibición. 2.- La mayoría de la gente presenta una versión de sí mismo “inflada”
para quedar mejor frente a sus pares. ¿Pasaste una noche ultra bodrio en la
casa de un amigo? Igual te sacás 20 fotos sonriendo y en poses de puro
disfrute, para que tu círculo siga comprando la imagen de reina de la noche que
venís vendiendo desde siempre.
Esto hace que creamos
que todos están alcanzado ese famoso pasto verde con flores, cuando nosotros
seguimos “estancados” en esa tierrita marrón caca poco valorable.
¿Qué tenemos que
hacer entonces para superar la insatisfacción este 2014?
1.- Mantenernos
ambiciosos: La mayoría de la gente que hoy es exitosa no estaba haciendo nada
demasiado interesante entre sus 20 y sus 30 años. Preocupate por ir para
adelante.
2.- ¡Dejar de pensar
que somos especiales! Todos tenemos algo que nos hace diferentes, pero eso no
nos hace “especiales”. No compres el bullshit de lo lindo y maravilloso que
sos.
3.- Ignorar a la
gilada. Si no sabés convivir con las redes sociales sin compararte con el resto
constantemente, cerrá tus cuentas (de Facebook, Twitter y demás yerbas) y viví
bajo tus propias reglas.