Parafraseando y argentinizando a Frédéric Bastiat, me siento identificado con uno de sus pensamientos: Hoy, en Argentina, si desapruebo la educación pública, la gente cree que estoy en contra de cualquier tipo de educación. Si estoy en contra de los estados confesionales (los que tienen religiones oficiales), la gente cree que odio a todas las religiones. Si desapruebo a la igualdad impuesta por el Estado, la gente cree que estoy en contra de la igualdad.
Es como si la gilada me acusase de que estoy en contra de que la gente coma simplemente porque no quiero que el Estado cultive maíz.
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado: ¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario